Nadie pone en duda que las nuevas tecnologías resultan útiles en muchos aspectos, pero también entrañan riesgos que pueden afectar al rendimiento laboral. Hablamos del tecnoestrés, un fenómeno que puede tener efectos negativos tanto en las organizaciones como en los trabajadores y trabajadoras de las mismas.
Qué es el tecnoestrés laboral
El término tecnoestrés es tan reciente como lo es la incorporación de la tecnología al mundo laboral. Porque, aunque parezca que siempre hemos estado rodeados de ordenadores, hubo un tiempo en que no era así. Fue en la década de los 80 cuando el término tecnoestrés se acuñó por primera vez en un estudio del psicólogo Craig Brod, quien lo definió como “una nueva enfermedad causada por la incapacidad para enfrentarse a las nuevas tecnologías de un modo psicológicamente saludable”.
Una década más tarde el concepto se popularizó gracias al libro Technostress: Coping with Technology. En él, Michelle Well y Larry Rosen definían el tecnoestrés como “cualquier impacto negativo de la tecnología en las actitudes, pensamientos, comportamientos o la fisiología del cuerpo de un individuo”.
Que el tecnoestrés se ligara al trabajo solo fue cuestión de tiempo, más si tenemos en cuenta que el estrés laboral ya era un viejo conocido para muchos. Se dice que el primer colectivo en sufrir tecnoestrés fue el de los bibliotecarios y bibliotecarias estadounidenses que, a mediados de los años 80, encontraron nuevos desafíos técnicos y demandas en su campo, sumado a las inquietudes acerca de sus funciones laborales en el futuro, ya que temían perder su puesto de trabajo por la competencia de las máquinas.
Aunque el temor inicial de este colectivo fuera (en parte) fundado, lo cierto es que la incorporación de las nuevas tecnologías a la realidad laboral ha traído otras formas de estrés laboral, entre las que destaca el tecnoestrés. De hecho, parece estar dándose un relativo estancamiento de la incidencia de riesgos laborales tradicionales mientras los síntomas asociados al tecnoestrés crecen año tras año.
Es por ello que los equipos de Recursos Humanos (RR.HH.) deben ponerse al día sobre este fenómeno y prevenir los posibles riesgos para que esta modalidad de estrés no incida en la salud de los trabajadores y trabajadoras.
Tipos de tecnoestrés
Ni afecta a todos los sectores por igual (los ámbitos de la comunicación, las finanzas, la administración o la ciencia y la tecnología son los que más acusan este fenómeno) ni todos los tipos de tecnoestrés son iguales. El Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo (INSHT) diferencia tres clases:
- Tecnoansiedad. Consiste en que el trabajador y la trabajadora experimenten el tipo de tecnoestrés más conocido altos niveles de activación fisiológica no placentera, así como tensión y malestar por el uso presente o futuro de tecnología. También puede ser ocasionado por pensamientos negativos sobre la propia capacidad de manejar este tipo de dispositivos. Es la forma de tecnoestrés más conocida.
- Tecnoadicción. Se refiere al uso compulsivo de aparatos tecnológicos, como móvil u ordenador. Los tecnoadictos se caracterizan por ser dependientes de la tecnología, que se convierte en el eje sobre el cual estructuran sus vidas. Se puede ver incrementado si las obligaciones laborales no acaban con la jornada, sino que se extienden durante todo el día en forma de mails, mensajes o llamadas.
- Tecnofatiga. se caracteriza por sentimientos de cansancio y agotamiento mental debido al uso excesivo de tecnología. Además, existe un tipo específico de tecnofatiga, denominado síndrome de la fatiga informativa, que se caracteriza por la sobrecarga informativa derivada del uso de Internet y que es complicada de abordar debido a las normas de la actual sociedad de la información.
Saber diferenciar los tipos de tecnoestrés puede ser muy útil si el departamento de RRHH quiere abordar estrategias que ayuden a contrarrestarlo.
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Cómo se manifiesta este fenómeno
El tecnoestrés suele manifestarse en un primer momento tanto a nivel emocional con un progresivo agotamiento físico y mental (que puede derivar en síndromes como el de burnout) como fisiológico a través de patologías como gastritis, úlceras, problemas dermatológicos, dolores de cabeza, insomnio, hipertensión y hasta problemas cardíacos. Además, los trabajadores y trabajadoras que sufren de tecnoestrés también tienden a presentar diferentes tipos de ansiedad: desde la psicológica, determinada por el rechazo a utilizar las tecnologías, la ansiedad social, fundada en el temor a ser sustituido por una máquina o la ansiedad en el funcionamiento caracterizada por la incapacidad de utilizar las tecnologías.
Puede sorprender que la lista de riesgos que puede causar el tecnoestrés en la salud de los trabajadores y trabajadoras sea tan larga. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, en demasiadas ocasiones, la carga laboral continúa tras la jornada laboral a través de dispositivos móviles en forma de mails, llamadas o mensajes fuera del horario laboral; algo que puede acrecentar el tecnoestrés y repercutir de manera negativa en la productividad laboral y la satisfacción del equipo.
Y todo esto parece que no ha hecho más que empezar, según un estudio de la UOC, el tecnoestrés “se convertirá en un nuevo riesgo laboral, pues las nuevas formas de trabajo (como el teletrabajo) y la omnipresencia causada por la tecnología pueden originar en el trabajador sentimientos de incapacidad, desfase o una adicción”.
Por ello es de vital importancia reconocer la presencia de estos síntomas de forma temprana e implementar estrategias de prevención laboral destinadas a contrarrestar los efectos nocivos que la tecnología puede causar en el entorno laboral.
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Cómo prevenirlo desde RRHH
Por supuesto, la solución no está en declararle la guerra a las nuevas tecnologías sino en trazar un plan de prevención de riesgos laborales enfocado a lidiar con el problema que promueva un contexto laboral productivo, pero relajado, donde el objetivo sea reducir los estresores labores que desencadenan esta patología. Aquí hay algunas estrategias que pueden ser útiles para los departamentos de RRHH que quieran empezar a hacer frente al tecnoestrés.
- Establecer un día semanal de descompresión tecnológica en la compañía donde se promueva, en la medida de lo posible, la desconexión digital y se realicen actividades en grupo para evitar la sintomatología del tecnoestrés.
- Fomentar la relación y comunicación entre el equipo donde el flujo de trabajo sea fluido y no haya presiones innecesarias.
- Adoptar medidas para equilibrar la introducción de nuevas tecnologías y prever recursos adicionales específicos de acompañamiento al equipo de trabajo.
- Motivar a los trabajadores y trabajadoras a preguntar sobre nuevas tecnologías para que superen el miedo inicial que pueden provocar. Asimismo, promover cursos y formaciones sobre tecnología que empodere al equipo.
- Analizar si hay sobrecarga laboral y si los trabajadores y trabajadoras se llevan trabajo fuera del horario normal. Sacrificar parte de su vida privada para atender cuestiones laborales fuera de horario es el camino más rápido para sembrar la desmotivación y abrir la puerta al tecnoestrés.
- Buscar un equilibrio entre la vida social, laboral y privada, promoviendo la cultura del ocio.
Fomentar iniciativas de apoyo tecnológico y los cursos formativos al mismo tiempo que se cuida de la salud mental de los trabajadores y trabajadores, mientras se respeta el horario laboral, son las claves para mantener a raya el tecnoestrés en las compañías. Nada que no se pueda conseguir con un poco de empeño y dedicación.
En definitiva, parece claro que el tecnoestrés estará presente en el día a día de muchas personas de ahora en adelante y que hay muchos factores a considerar por los responsables de recursos humanos y las organizaciones que quieran proyectar un plan de riesgos laborales responsable y comprometido. Vale la pena ponerse ya en marcha pues hay mucho en juego.