A menudo se dice que los managers deben tener la capacidad ofrecer motivación a los miembros de su equipo porque motivarse a uno mismo o una misma es muy difícil. Pero difícil no quiere decir imposible: la automotivación es, sin duda, el arma secreta de todas las personas altamente productivas en cualquier tipo de tarea y, por supuesto, también durante nuestra jornada laboral.
Así lo confirmó la profesora de psicología de la Universidad de ChicagoAyelet Fishbach en la revista Harvard Business Review. Ella y su equipo han detectado a lo largo de su carrera cuatro estrategias que parecen funcionar a la hora de motivarse para realizar cualquier tipo de tarea, ya sea perder peso o establecer un nuevo sistema de recepción de pedidos en tu empresa un lunes por la mañana.
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Establece objetivos, no tareas
Según la profesora, muchos estudios han demostrado que cuando los vendedores tienen unos objetivos de venta claros, les resulta más fácil cerrar más operaciones comerciales. Este sistema funciona mucho mejor que simplemente “intentar hacerlo lo mejor posible”. Por lo tanto, la primera regla de esta estrategia consiste en establecer objetivos claros y específicos para facilitar su consecución.
Otro aspecto que señala la profesora es que los objetivos funcionan mejor si desencadenan motivaciones intrínsecas y no extrínsecas, o lo que es lo mismo, si prometen una recompensa y no evitar un castigo o un problema en el futuro.
Aunque, en todo caso, si la recompensa extrínseca es lo suficientemente buena o atractiva, también funcionará. En un contexto laboral, el sueldo que perciben los equipos cada mes sería una motivación de este segundo tipo que sí que funciona, pero si esa es la única motivación que una persona tiene para trabajar, probablemente hará sus tareas de manera mediocre, lo mínimo para conservar su puesto de trabajo.
En este sentido, lo mejor para automotivarse en el trabajo es centrarse en elementos del mismo que nos resulten agradables. Por ejemplo, suele ser mejor realizar una tarea que nos dé la oportunidad de mostrar nuestras capacidades delante del manager que una que no lo permita. Pero como habitualmente nuestro trabajo estará formado por tareas que nos gusten y otras que no tanto, lo ideal es compensar los trabajos pesados con actividades que nos sean gratificantes: por ejemplo, escuchar una música que nos guste mientras nos enfrentamos a una bandeja llena de correos electrónicos por revisar.
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Establece recompensas efectivas para tener más motivación
En ocasiones resulta imposible evitar una serie de tareas durante nuestra jornada laboral que nos pueden resultar aburridas y desmotivadoras. También hay épocas en las que tenemos que trabajar en un proyecto que no nos gusta. Para evitar que esto afecte a nuestra labor, resulta una buena idea prometerse a uno mismo o una misma recompensas para cuando se termine la tarea de forma adecuada.
Podemos, por ejemplo, concedernos unas buenas vacaciones al terminar un proyecto en el que hemos tenido que esforzarnos mucho o comprarnos un regalo que llevemos tiempo queriendo. En este sentido, hay que tener cuidado con establecer recompensas perversas como, por ejemplo, permitirnos estar relajados y simplemente “cumplir el expediente” durante una semana, tras haber trabajado mucho la semana anterior. Eso sería como comerse una tarta después de hacer una buena sesión de ejercicio físico. Además, resultaría contraproducente para nuestra carrera ya que el mérito que hayamos ganado gracias al esfuerzo realizado, podría verse empañado durante el periodo en el que levantamos el pie del acelerador.
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Mantén la motivación
Cuando trabajamos para conseguir un objetivo, normalmente tenemos un estallido de motivación al inicio de la tarea y conforme el tiempo avanza, esta va decayendo. En ocasiones, cuando vemos que el final ya se acerca, tenemos una motivación extra si estamos cerca de conseguirlo.
Hay varias formas de conseguir que esto no ocurra. Una consistiría en dividir el objetivo global en subobjetivos que hay que ir cumpliendo cada poco tiempo. Por ejemplo, imaginemos que un equipo de ventas tiene un objetivo de ventas anual. Si dividiéramos el objetivo grande en una serie de objetivos más pequeños, por ejemplo, semanales, los vendedores y vendedoras tendrán menos tiempo para relajarse en mitad del periodo evaluado.
Otra estrategia consistiría en cambiar la forma en la que se piensa sobre el progreso logrado en un proyecto. Las personas tienden a esforzarse más cuando ven que el objetivo está a su alcance. Podemos intentar aprovecharnos de ese mecanismo mental estableciendo el inicio del proyecto más atrás de cuando comenzamos a trabajar en él, por ejemplo, cuando se propuso por primera vez.
El último truco mental que podemos poner en marcha consiste en tener en cuenta lo que has hecho hasta que llegas a la mitad del proyecto y, una vez allí, centrarte en lo que te queda. Para entenderlo, pensemos en un proyecto de ocho etapas. Al principio podemos pensar: “hemos realizado una, dos, tres etapas…”, pero a partir de la quinta, podemos cambiar la perspectiva y decir: “me quedan tres, dos, una etapa”.
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Aprovecha la influencia de los demás
Los humanos somos criaturas sociales que estamos muy pendientes de lo que hacen los demás a nuestro alrededor y sus acciones influyen mucho en lo que hacemos nosotros. Por ejemplo, el simple hecho de sentarnos al lado de alguien que sea muy productivo ya nos hace ser más productivos. De alguna forma, se nos contagia.
Cuando hablamos de motivación, la dinámica es algo más compleja. Por ejemplo, si uno de nuestros compañeros avanza muy rápido en una tarea, podemos responder de dos maneras. Nos podemos sentir inspirados y comenzar a trabajar a destajo como él o podemos perder completamente la motivación y dejar la tarea en manos de nuestro compañero o compañera.
Este mecanismo en realidad se ha perfeccionado a lo largo de toda la historia de la humanidad. Estamos programados para ser lo más efectivos posible y para aprovechar al máximo nuestras ventajas comparativas. El ponernos a hacer una cosa un poco peor de lo que la está haciendo otro, resulta ineficiente desde el punto de vista natural.
El problema es que en el entorno laboral las cosas no se rigen por los mismos principios. Para evitar que la eficiencia de alguien del mismo equipo nos resulte desmotivadora, la profesora recomienda que hablemos con esa persona sobre la razón por la que está trabajando tan duro y por qué nos recomendarían hacerlo a nosotros también. Según las investigaciones de Fishbach, somos más propensos a comprar un producto si nos lo recomienda un amigo o amiga que si simplemente nos enteramos de que lo compra. Escuchar lo que un modelo de comportamiento dice sobre sus acciones nos puede ayudar mucho a inspirarnos y seguir su camino.
Una última forma de aprovechar la influencia social positiva es darse cuenta de que, a veces, las personas que más nos motivan no son nuestros compañeros o compañeras de trabajo, sino otras como familiares o amigos con los que compartimos un objetivo global. Por ejemplo, un hombre puede encontrar gratificante un trabajo muy duro si piensa que haciéndolo está dando una valiosa lección a su descendencia.
En definitiva, como acabamos de ver, existen numerosas maneras de automotivarnos y algunas de ellas no son precisamente intuitivas. El camino de la automatización no es precisamente fácil de realizar, pero si consigues recorrerlo siguiendo alguno de estos consejos, te garantizamos que el éxito estará a la vuelta de la esquina.